Vivimos en una sociedad donde recibimos constantemente la imagen del perfeccionismo, la idea que entra a través de nuestras pantallas de televisión, de cine y los escaparates de que tenemos que ser y aparentar ser maravillosamente ideales, pero ¿merece la pena ser perfecto?
¿Te reconoces en alguno de estos ejemplos?:
- Siendo incapaz de permitirte un descanso sin sentirte culpable
- Tan preocupado por escoger la elección adecuada que quedas completamente paralizado
- Si no está todo perfecto, no disfrutas
- Dando tantas vueltas a todo que con frecuencia terminas triste y cansado
- Tardando mucho más tiempo del necesario para dejarlo todo impecable
- Buscando una pareja de ensueño ideal lo que no te permite mantener una relación real duradera
- Trabajando una jornada infinita donde no puedes parar incluso sabiendo que estás agotado
- Te sientes perezoso antes de comenzar una tarea porque la exigencia de hacerla de manera impecable te hace ver la tarea como inmensa
Si te identificas con alguno de estos ejemplos, estás funcionando de manera obsesiva buscando la perfección.
Cuando te obsesionas tus esfuerzos se enfocan en controlar tu exterior pero también tu interior (lo que piensas y sientes) para alcanzar algo imposible: sentirte completamente seguro.
Es cierto que esta forma de funcionar tiene muchas recompensas: ser tan detallista y cuidadoso con frecuencia supone una tarea bien hecha y el reconocimiento de los demás. Sin embargo, el precio a pagar también es muy alto.
El miedo al desconcierto, al error, al fracaso va acompañado muchas veces del sentimiento de soledad. Puesto que no quieres defraudar a nadie, no te muestras tal cual eres o piensas, guardas tus emociones y opiniones para no disgustar.
Te esfuerzas enormemente en agradarlos y sin embargo, muchas veces los demás no hacen este esfuerzo o no alcanzan a satisfacerte. Muy probablemente esto se debe a que no saben qué necesitas, ya que no lo has expresado por no disgustar.
Por otro lado, te gustaría hacer una tarea maravillosa pero la exigencia de que sea tan espectacular te impide muchas veces iniciar estas tareas, lo que hace que te sientas decepcionado contigo mismo por no hacer algo tan genial como podrías llegar a hacer.
Y qué decir del peso enorme de la obligación y el deber, ese peso que corta tus deseos, que limita tu vida, que no te permite disfrutar y te hace sufrir cuando observas cómo los demás sí disfrutan. Ese peso que oscila entre las emociones de presión y culpa. Este pensamiento en extremos implica un tremendo e innecesario sufrimiento.
Me gustaría que hicieras esta reflexión ¿Merece la pena ser tan perfecto?
«Si volviera a vivir
La próxima vez me gustaría cometer más errores. Me relajaría. Sería más espontanea. No sería lo tonta que he sido. Me tomaría menos cosas en serio. Correría más riesgos. Escalaría más montañas y atravesaría a nado más ríos. Comería más helados y menos guisantes. Tal vez tendría más problemas reales, pero menos imaginarios. Así es, soy una de esas personas que viven sensata y saludablemente hora tras hora y día tras día. He pasado muy buenos momentos, desde luego, y si pudiera volver a empezar pasaría muchos más. En realidad, buscaría sólo buenos momentos. Tan sólo momentos, uno tras otro, en lugar de vivir siempre para dentro de unos años. He sido una de esas personas que nunca salen sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un impermeable y un paracaídas. Si tuviera que volver a empezar, viajaría por la vida con menos equipaje.»
Nadine Stair