Algunas emociones son incómodas o desagradables, y eso genera que muchas personas rechacen sentirlas.
Peticiones frecuentes en consulta son «quiero que desaparezca la ansiedad», «no quiero enfadarme», «quiero dejar de estar triste». Mi recomendación al respecto es clara: No tengas miedo a sentir.
¿Realmente son tan malas las emociones? La respuesta es rotunda: NO
Necesito sentir la emoción de la vida, la agitación alrededor de mí. Auguste Renoir
Las emociones cumplen una función importante, nos facilitan información mucho más rápido que la razón. Anular esa función, es limitar o reducir nuestras capacidades.
Las emociones pueden ser agradables o desagradables, lo que genera el deseo de que desaparezcan cuando nos hacen sentir mal. Sin embargo, podemos adaptarnos a nuestras emociones en nuestro propio beneficio. Para entender esto, uso la metáfora del chivato del coche, que informa que tenemos que echar gasolina. Es evidente en ese caso que el problema no es el chivato, si no la carencia de gasolina, por lo que obviar el símbolo luminoso sólo generará un problema. Igual sucede con la emoción, ignorarla o cuestionarla puede suponer un problema mayor que el malestar que genera la emoción de por sí.
Por otro lado, aplicar a la emociones criterios de lógica, razón, exigencias, «deberías» solo hará que la situación empeore, se agudice o se prolongue; por ejemplo «no debería estar triste», «es absurdo sentirme así», «no tengo derecho a enfadarme» . Si te permites sentir, la emoción fluirá de manera natural.
Entonces, ¿qué hacer?: aceptar lo que sientes, escuchar la emoción, intentar entender qué necesidad se esconde tras ella para poder cubrirla. Y algo más, no dejar que te domine. He aquí el límite a tener en cuenta, lo que define a la emoción como aliada o como enemiga.
El enfado es la emoción que me anima a defenderme cuando mis límites se están viendo vulnerados, la tristeza me ayuda a asimilar una pérdida, el miedo me advierte del peligro, pero cuando cualquiera de estas emociones domina, las consecuencias no serán positivas. Cuando el enfado se transforma en ira destructiva, la tristeza nos hunde y aísla o el miedo nos paraliza, serán en estas situaciones cuando la emoción se convierta en nuestra enemiga.
Aferrarte a la ira es como agarrar un carbón caliente con la intención de tirárselo a otra persona, tú eres quien terminas quemado. Buda
RECUERDA
Tienes derecho a sentir. No elegimos lo que sentimos, las emociones están ahí por algo. Pero hay que tener muy claro que una cosa es tener derecho a sentir y otra bien distinta es lo que hacemos con estas emociones.
Se compasivo contigo mismo. No tengas miedo a sentir, pero independientemente de la emoción que inunde tu cuerpo, esfuerzate en hacer aquello que sea beneficioso y bueno para ti.
Acepta la emoción, atiéndela, escúchala y escoge como resolver la situación de la que te informa la emoción.
¿Qué tal te llevas tú con tus emociones? ¿Las vives como aliadas o como enemigas?